No todo el mundo puede ser lo que la gente llama “un buen predicador”, pero nadie tiene por qué ser “un mal predicador”. ¡Esta es una de las convicciones que dan pie a este breve libro! Cuando hice un comentario sobre qué mensaje más pobre había pronunciado un obispo local en una visita que hice hace poco a su iglesia, mi compañero apostilló: “Claro, es que nuestro obispo no es predicador”. Puede que no lo sea, ¡pero debería! Se pasa buena parte de su
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